lunes, 10 de diciembre de 2007

OBBATALÁ Y LA SAL

En el palacio de Obatalá tuvo lugar un banquete muy grande. El orisha había reservado para sí el último plato de comida que quedaba, pues prefirió que los demás comieran y disfrutaran a sus anchas antes de hacerlo él.

Cuando ya Obatalá se disponía a comer, se presentó Babalú Ayé el cual, por sus dificultades para caminar, no pudo llegar a tiempo. Obatalá le cedió gustoso la comida que quedaba y Babalú se sintió muy satisfecho.

Ya todos se habían marchado, cuando Obatalá le pidió a uno de sus cocineros que le preparara amalá con mucha cascarilla de huevo, pues estaba hambriento.

El sirviente fue presto a cocinar lo que se le había indicado, pero para su sorpresa descubrió que se había acabado la sal.

–Perdone, Babá –dijo humildemente el hombre–, pero con tanto invitado que hemos tenido hoy, se ha acabado la sal.

–Está bien –repuso el orisha–, prepara mi comida sin sal.

Un rato más tarde, se sentó a la mesa y la comida le resultó tan agradable que dispuso que en lo sucesivo todos sus alimentos se cocinaran sin sal.
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