domingo, 9 de diciembre de 2007

Religiones Africanas: Abakuá y Mayombe
Escrito por Eshu Omó Iré

LA SOCIEDAD SECRETA ABAKUÁ

Por Abakuá o ñañigo se conoce popularmente en Cuba al miembro de la sociedad secreta masculina Abakuá, la única de su tipo existente en el continente americano.

Esta asociación surgió en las primeras décadas el siglo XIX en los momentos de mayor hostilidad hacia el esclavo y el negro, quienes, ante el acoso, solo hallaron un medio apropiado para evadir la represión: una agrupación mutualista bajo la expresión más desarrollada de su conciencia social, la religiosa.

La primera sociedad de blancos se fundo a principios del presente siglo y llevo el nombre de Akanaran Efo Muñon Ekobio Mucakara. Su creador fue Andrés Facundo de los Dolores Petit, celebre también por sus aportes a la Regla de Palo* con la elaboración del cuerpo conceptual y ritual de la variante Kimbisa.

Los antecedentes del Abakuásismo se hallan en las sociedades secretas que existieron en la región nigeriana del Calabar, y su organización y contenido tiene como base una leyenda africana que narra la historia de la violación de un secreto por una mujer: la princesa Sikan encuentra al pez sagrado Tanze. Cuando este muere, los miembros de la tribu buscan la manera de reproducir su bramido en el tambor sagrado Ekue, para lo cual realizan varios intentos entre los que figuran el sacrificio de la princesa para utilizar su piel como parche del tambor.

El ñañiguismo no puede desvincularse de las creencias africanas acerca de la influencia que ejercen los antepasados (espíritus), por lo que en todas sus ceremonias religiosas se les convoca para garantizar el desarrollo del acto cultual, según rigurosas normas litúrgicas. Un elemento simbólico indispensable en la dramaturgia con que se desarrolla el ritual es llamado Ireme o diablito, un representante de la naturaleza que vigila los pasos de los participantes e intervienen aun como protagonistas en algunos de ellos.

Las actividades de culto se realizan todas en templos, de los cuales existen 40 entre las provincias de La Habana y Matanzas, distribuidos en los municipios de Guanabacoa (14), Marianao (11), Regla (6), San Miguel del Padrón (4), Cárdenas (4) y Matanzas -ciudad- (1).

En todos los ritos se utilizan trazos o grafías llamados Ekeniyo, que constituyen un sistema ideográfico de señales para inmovilizar y fijar las representaciones de hechos globales. Tales símbolos se trazan con yeso amarillo o blanco y comprenden tres categorías: los Gandos, las Firmas o Anaforuanas y los Sellos.

Los Gandos representan situaciones complejas del ceremonial, se trazan en el suelo y sobre ellos se colocan diferentes objetos del culto y se sitúan los dirigentes religiosos (Plazas).

Las Firmas o Anaforuanas representan a cada una de las jerarquías que integran la estructura de los abakuá y cumplen una función consagratoria cuando se trazan sobre determinados elementos del ritual.

Los Sellos son la representación o identificación de cada juego o potencia Abakuá, de los que existen 123 en toda Cuba.

En la actualidad, los Abakuá poseen órganos de coordinación municipal en los municipios de Cárdenas, Matanzas, Guanabacoa, Regla, Marianao y San Miguel del Padrón, y dos a nivel provincial en Ciudad de La Habana y Matanzas, encargados todos de controlar la obediencia a los reglamentos y principios de la sociedad.

Dentro del ñañiguismo se reconocen varias jerarquías. El Ndisime es el aspirante a entrar en una potencia, mientras el Abanekwe es un hombre ya iniciado. Plaza llaman al que lleva muchos anos, ocupa un puesto relevante dentro del juego y esta encargado de preservar y hacer cumplir las normas y principios rituales y sociales. Títulos de Plazas son Iyamba, Mokongo, Ekuenon, Isue, Nkrikamo, Nasako y otros.

En las sociedades secretas masculinas Abakuá solo son admitidos hombres. Al indagar entre sus integrantes cual es el concepto de Hombre, expresaron:

"Hombre no es solo aquel que no es homosexual, sino el que refleja la mas pura dignidad del ser humano como laborioso, fraterno, alegre, rebelde ante la injusticia, cumplidor del código moral establecido por los antepasados formadores del Abakuá; es aquel que es buen padre, buen hijo, buen hermano y buen amigo".
Durante la trata esclavista, el Caribe se nutrió de creencias de los diferentes grupos étnicos que llegaron a estas tierras. Las influencias, en muchos casos, se hicieron recíprocas entre las diferentes etnias, de manera que a veces se torna difícil distinguir entre una y otra manifestación religiosa.

El complejo de asociaciones Abakuá o Ñáñigas son sociedades secretas consideradas como hermandades para la ayuda mutua, de las cuales sobreviven más de un centenar en las ciudades-puerto de La Habana, Matanzas y Cárdenas en Cuba y que hoy son únicas en el continente americano.

Las asociaciones abakuá tienen sus antecedentes en las sociedades secretas que existieron en la región nigeriana del Calabar y en los Cabildos de Nación. Las funciones principales de estos últimos, eran ayudar y socorrer a todos aquellos miembros que lo necesitaran; además de perpetuar su cultura a través de las celebraciones de los domingos, donde se realizaban ritos que contribuían a preservar y mantener sus tradiciones. Se supone que, en Cuba, la primera asociación fue constituida a principios del siglo XIX con los mismos fines que los de los Cabildos de Nación. Así, en el año 1836, el cabildo de negros carabalí Apapá Efik inicia sus cultos secretos con un grupo de negros nacidos en la isla o criollos. Estas agrupaciones, exclusivas de hombres, surgieron con un carácter mutualista que contribuyó a que las potencias de ñáñigos se incrementaran rápidamente. Ya en 1840, en la capital del país existían más de sesenta. El 24 de diciembre de 1862, el cabildo carabalí Bríkamo "Niño Jesús" de Matanzas, inicia a un grupo de negros criollos en el abakuá, los que toman el nombre de Blabanga.

En 1863, el habanero Andrés Facundo de los Dolores Petit, consiguió que su potencia Bakokó Efor permitiera la entrada de blancos. Se convertía de esta manera el ñañiguísmo, en la primera asociación en la Isla que aunó hombres y no razas. Tanto en La Habana como en Matanzas, sus propósitos trascendieron a tal punto que se formaron sólidas hermandades que congregaron a trabajadores de los puertos, las tabaquerías y otros sectores laborales.
Desde mediados del siglo XIX, estas sociedades fueron prohibidas por las autoridades españolas. Sus ceremonias fueron siempre realizadas secretamente. El ritual abakuá incluye celebraciones -llamadas en Cuba Plantes- de dos tipos: privadas, en las que sólo pueden participar los iniciados y cuya divulgación es estrictamente prohibida; y otras, a las que concurren, incluso, miembros ajenos a la sociedad donde se canta y se baila por lo que se pueden considerar como un acto de expresión de cultura.

El mito en el que se basan los ritos abakuá de iniciación, tuvo su origen en una leyenda africana que narra la historia del hallazgo del Pez Sagrado por la princesa Sikán, hija del rey Iyamba, de la nación Efó. El Mito de Sikán determinó además, que sólo hombres pudieran ser iniciados en esta religión para lo cual debían ser dignos, fraternos, laboriosos, cumplidores del código ético cultual, al igual que buen padre, buen hijo, buen hermano y buen amigo. Los principales atributos ñáñigos son, en primer lugar, los tambores del orden ritual, con los cuales se ejecuta solamente las llamadas al orden y que se preservan dentro del templo sagrado llamado famba, al cual sólo tiene acceso la alta jerarquía abakuá. El más importante es el ekue o tambor de fundamento y secreto, que se toca por fricción y que reproduce la sagrada voz de Abasí Tanze. Además, están los bastones o atributos de los jefes principales. Por su parte, la música ñáñiga se ejecuta con otro grupo de tambores, los cuales de mayor a menor reciben los nombres de bonkó-enchemiyé, obí-apá, cuchíyeremá, y benkomo. Completan la orquesta los itones o palos, el cencerro o ekón, y las erikundis o sonajas.

El ñañiguismo no puede desligarse de las creencias africanas entorno a la influencia que ejercen los antepasados. En todas sus ceremonias religiosas se les convoca para garantizar el desarrollo de los ritos, según rigurosas normas litúrgicas, las cuales están dirigidas a la veneración del ekue que engloba la esencia del culto de la Sociedad Secreta Abakuá.
Por otra parte, cobra una significación muy especial en los plantes los iremes o diablitos, danzantes enmascarados que hoy constituyen símbolos en el folklor cubano. Son considerados como un elemento simbólico dentro del ritual que representa a la naturaleza. El diablito abakuá es una figura antropomorfa con la cabeza cubierta de un capuchón terminado en punta, el cual solo tiene un par de ojos bordados. Usan una vestimenta de colores vistosos y abigarrados dibujos. En el cuello, rodillas, bocamangas y bocapies, sendos festones de soga deshilachada. Colgados de la cintura, varios cencerros de metal que suenan al andar y bailar. En las manos llevan un trozo de caña de azúcar y una rama de 'escoba amarga'.

Los diablitos se desempeñan en funciones privadas y funciones públicas, rituales y de pura de diversión. Todos representan siempre el espíritu de algún antepasado. Ven y oyen, pero no hablan, expresan sus sentimientos y estados de ánimo a través de la gestualidad de sus coreografías. Durante los ritos los iremes permanecen dentro del recinto donde ofician las ceremonias secretas.

Las actividades de culto se realizan todas en templos, los que se encuentran entre las provincias de La Habana y Matanzas. En todos los ritos se utilizan trazos o grafías llamados Ekeniyo, que constituyen un sistema ideográfico de señales para inmovilizar y fijar las representaciones de hechos globales. Tales símbolos se trazan con yeso amarillo o blanco y comprenden tres categorías: los Gandos, las Firmas o Anaforuanas y los Sellos: los Gandos representan situaciones complejas del ceremonial, se trazan en el suelo y sobre ellos se colocan diferentes objetos del culto y se sitúan los dirigentes religiosos -Plazas-; las firmas o anaforuanas representan a cada una de las jerarquías que integran la estructura de los abakuá y cumplen una función consagratoria cuando se trazan sobre determinados elementos del ritual; por último, los sellos son la representación o identificación de cada juego o potencia Abakuá, de los que existen una centena, aproximadamente, en toda Cuba.

Dentro del ñañiguismo se reconocen varias jerarquías. Por ejemplo, el Ndisime es un hombre que aspira a pertenecer a una potencia, mientras el Abanekwe es uno ya iniciado. En tanto, los que llevan muchos años encargándose de preservar y hacer cumplir las normas y principios rituales y sociales, reciben el nombre de Plaza. Títulos de esta última categoría son Iyamba, Mokongo, Ekuenon, Isue, Nkrikamo, Nasako entre otros. Por su parte, los abakuá aunque no adoran a las deidades, como en el caso de la Regla Osha, sí tienen santos que apadrinan los diferentes juegos o potencias. Así, está por ejemplo, Abasí, quien es el Dios supremo; Llarina Allerican, quien tiene correspondencia con Shangó; Llarina Oro Conde, la que sincretiza con Yemayá; Llarina Ibandá, la que tiene correspondencia con Oshún; Itia Arará a quien se equipara con Babalú Ayé, entre otros. La Sociedad Secreta Abakuá posee indudablemente gran significación en el contexto religioso cubano: ha preservado y transmitido, de generación en generación, por más de un siglo, los más auténticos valores de los ancestros africanos de la región nigeriana del Calabar, aún cuando, en la mayor parte de su existencia, ha sido perseguida y condenada por las autoridades. Hoy continúa siendo símbolo de hermandad y fraternidad entre sus adeptos, quienes, orgullosos de su herencia, rinden culto a sus antepasados.


Mito de Sikán. Nasakó era un brujo muy prestigioso. Supo a través de sus poderes que Abasí, el Dios Todopoderoso, enviaría un gran poder sobrenatural que proporcionaría la paz a los hombres de Efó y Efik, quienes se disputaban las posesiones territoriales. Estos dos territorios estaban divididos por un río en el que se escuchaban los bramidos sobrenaturales que emitía el ser enviado por Abasí. Los hombres de una y otra región hacían rogaciones constantemente en las orillas del río, pues quien lograra poseer el Ser enviado, lograría dominar la situación en la región.

Una mañana Sikán, hija del rey Iyamba de la nación Efó, fue a buscar agua al río para los quehaceres de la casa. Cuando caminaba de regreso a su casa con el güiro lleno de agua en la cabeza, escuchó un fuerte sonido que la asustó. Enseguida, dejó el recipiente y salió corriendo hacia la aldea. Al llegar a su casa se lo contó a su padre quien enseguida comprendió que el bramido era del Ser enviado por Nasako. Rápidamente fue el padre en busca del recipiente donde encontró un pez que se movía. Iyamba recogió el güiro y el pez y se presentó ante Nasako quien comprobó que efectivamente era el Ser augurado por Abasí. Nasako le recomendó a Iyamba en presencia de su hija que guardaran el más absoluto secreto, pues el hallazgo lo mismo podía traer paz que guerra. Así, los tres juraron no divulgar el descubrimiento del pez. Sin embargo, Sikán no guardó el secreto; se lo dijo a su novio, el príncipe Mokongo, hijo del rey Chabiaka del territorio Efik, a pesar de que estaba en disputa con su propio territorio y, específicamente, con su familia. Mokongo, conocedor del secreto, se presentó en Efó con todos sus guerreros para reclamar su posesión. Nasakó entonces dijo que todo aquel que amara al pez enviado sería grande y que había que venerarlo para el bien de todos. Poco tiempo después, siguiendo las indicaciones de Nasakó, los pueblos Efó y Efik firmaron la paz sobre la piel de un leopardo en una ceremonia solemne celebrada a orillas del río que dividía a los dos territorios. No obstante, Sikán fue hecha prisionera y condenada a que le cortaran la cabeza por no haber guardado el secreto del pez Tanze.

EL PALO MONTE O MAYOMBE

Esta expresión religiosa tiene su raiz en los cultos de origen Bantú, termino con que la etnología occidental reunió bajo una misma denominación a la comunidad de pueblos del África oriental, central y austral que hablaban esa lengua en cualquiera de sus variantes.

Conocida también como Mayombe, esta Regla fue el resultado inicial de la transculturación de los credos bantúes a la sociedad cubana, en la que surgieron con la iniciación de los criollos otras vertientes como la Imbisa y la Brillumba, hasta llegar a la Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, organizada en el siglo XIX por Andrés Facundo de los Dolores Petit.

La Regla Conga en general tiene como rasgos característicos la vinculación con las fuerzas de la naturaleza, a algunos de cuyos elementos, como la vegetación, consideran animados por espíritus, a los que ofrecen albergue también en las profundidades de la tierra. Los antepasados están representados en el agua.

El centro de la ceremonia en este credo es la Nganga, recipiente donde se supone se encuentra el alma de un muerto sometida a la voluntad del iniciado a través de un pacto que los alimenta a ambos.

La posesión de la Nganga o prenda, junto a la posibilidad de emplearla sin limitaciones, es el elemento que distingue a la máxima jerarquía de esta expresion: el Tata Nganga o Tata Nkisi, quien puede realizar ceremonias de "rayamiento" (iniciación) y nuclear a su alrededor a su grupo religioso.

Para sus funciones, el Tata se apoya en otras jerarquías menores de consagrados, como el Bakonfula ayonfombe y el Ngueyo, quienes junto al resto de los "ahijados" forman la Casa, la cual es autónoma en la realización de los ritos o ceremonias.

Un lugar destacado en la Regla de Palo lo ocupan los símbolos gráficos de carácter sagrado (firmas) para identificar a los espíritus, antepasados y orichas a los que se solicita el permiso para realizar las diferentes ceremonias culturales.

Al trazar las firmas los creyentes consideran que en ellas están representados los poderes sobrenaturales y que los mismo responden por la efectividad de la labor realizada.

Cada una de ellas adquiere una función personal para cada iniciado, que la emplea para identificarse ante su fundamento (nganga) y ante el resto de los creyentes. Por otra parte, expresa la relación con el espíritu protector con el que ha realizado el pacto.

El rasgo principal de los brillumberos consiste en el culto a las deidades de la santería*, las cuales reciben, de acuerdo al ritual palero, su correspondencia en objetos materiales.

En la Regla Kimbisa existe un fuerte sincretismo y tolerancia entre el elemento congo, la Regla de Ocha*, el espiritismo*, el catolicismo y las sociedades secretas masculinas Abakuá*. De las creencias de origen bantú tomaron, entre otras cosas, sus concepciones relacionadas con la nganga, el animismo de las plantas, las aguas y la tierra, y la influencia de espíritus y antepasados. De la Ocha encontramos sus orichas traspolados con otros nombres (Elegguá se convierte en Lucero Mundo; Yemayá, en Tiembla Tierra; Oya, en Centella), la asimilación del empleo del coco en la adivinación y la creencia de "alimentar" y "fortalecer" la prenda mediante sacrificios con efusión de sangre. Del espiritismo asimila la comunicación directa con las espíritus, sobre la base de que cuanto ocurre en la tierra esta regido por fuerzas del mas allá. La influencia del catolicismo se manifiesta a través de la adoración del Espíritu Santo y la utilización del crucifijo y oraciones del ritual católico. Además, el guía principal de los kimbiseros es San Luís Beltrán. El elemento Abakuá se verifica en el método de selección de sus aspirantes, quienes deben cumplir con determinado comportamiento social.

Históricamente, las practicas de la Regla Conga o Mayombe han recibido, por desconocimiento de la población, el calificativo de "brujería", opinión que evidencia entre los no informados la sobre posición del componente mágico de esa expresión religiosa al resto de los elementos que la identifican. La magia es solo el medio por el cual el iniciado equilibra las fuerzas del bien y del mal y evita cuanto frene el desarrollo normal de su vida diaria.
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